Los presidentes de Honduras, Porfirio Lobo, y de Panamá, Ricardo Martinelli, mantuvieron este lunes una reunión en la capital panameña en busca de diferentes fórmulas de cooperación en la lucha contra el narcotráfico, informaron los propios mandatarios. “Tuvimos un diálogo muy profundo y muy amplio de cómo podemos cooperar ambos países para pelear contra el narcotráfico”, dijo Martinelli a los periodistas junto a Lobo, tras la reunión mantenida por ambos en el Palacio de Las Garzas (sede del gobierno panameño). “Hemos hablado de fortalecer esa relación de colaboración y de trabajar conjuntamente en pro del objetivo de luchar contra la delincuencia, el narcotráfico y el crimen organizado”, aseguró Lobo. La inseguridad es uno de los principales problemas que encara Centroamérica, que tiene una tasa de 32 homicidios por cada 100.000 habitantes, más de tres veces la mundial y siete puntos más que el promedio de América Latina. Guatemala, Honduras y El Salvador duplican la tasa promedio de homicidios de América Central.
Estas cifras hacen de Centroamérica una de las regiones más violentas del planeta, principalmente debido a actividades relacionadas con el narcotráfico.
Los expertos aseguran que los altos índices de pobreza hacen que muchos jóvenes busquen una salida en las actividades ilícitas.
En la reunión se discutió cómo ambos países pueden “fortalecer los sistemas de información y acción conjunta en contra del crimen organizado y el narcotráfico, para que logremos nosotros tener una lucha más efectiva”, dijo Lobo.
“Así como el crimen se ha internacionalizado, también los gobiernos tenemos que hacerlo”, añadió.
“Debemos tener entre todos un mejor sistema de cooperación (…) y estrechar más los lazos de nuestros estamentos de seguridad para que ambos podamos cooperar e intercambiar información y de esa manera ser más eficientes y efectivos contra el narcotráfico”, dijo Martinelli.
Según las autoridades estadounidenses, el 80% de la droga que entra a Estados Unidos pasa por los países centroamericanos proveniente de Sudamérica antes de llegar a México. Se estima en 450 toneladas la droga que estaría ingresando anualmente a Estados Unidos.