El polvo de cometas destruidos pudo haber llevado la semilla de la vida a algunas lunas de Júpiter, incluida Europa, cuyo cascarón de hielo, según se cree, esconde un gran océano.
Los satélites naturales de Júpiter se subdividen en dos tipos: grandes lunas esféricas y cuerpos pequeños y grumosos que dibujan órbitas alargadas. El análisis químico de los cuerpos irregulares sugiere que están hechos de la misma materia que los asteroides y cometas. Esto significa que probablemente sean ricos en compuestos que contienen carbono, fundamentales para la vida en la Tierra. Los científicos consideran que una reorganización gravitacional de los planetas hace unos 4.000 millones de años sacudió cinturones alejados de las rocas espaciales y envió muchas de ellas a toda velocidad hacia el Sol. Algunas de estas rocas quedaron atrapadas en la órbita de Júpiter y se convirtieron en sus satélites irregulares. Mientras estos objetos “se acomodaban” en sus nuevas órbitas, con frecuencia colisionaban entre sí produciendo un polvo tan fino como el café molido. Una simulación demuestra que Júpiter debería de haber capturado unos 70 millones de gigatoneladas de material rocoso, pero el peso de sus satélites irregulares es dos veces menor. "¿Y qué pasó con todas las cosas?", se preguntó William Bottke, del Instituto de Investigación del Suroeste (Southwest Research Institute), en Boulder, Colorado. Las simulaciones de evolución de las lunas irregulares revelaron que parte del polvo habría caído hacia Júpiter, arrastrado por la gravedad del planeta y por el viento solar. Cerca del 40% de este material habría caído en las mayores lunas de Júpiter, mayoritariamente en Calisto. El resto cayó sobre Ganímedes y Europa. A diferencia de Ganímedes y Calisto, la superficie de Europa es relativamente limpia. Las grietas que cubren la corteza de la luna demuestran que los escombros del polvo rocoso, ricos en carbono, pueden haber sido incorporados al hielo que cubre Europa e incluso infiltrarse en el océano que posiblemente se encuentre bajo su hielo, sugiere Bottke. "¿Sería importante para el océano de Europa? Es difícil de contestar", dice Bottke y añade: "Pero es algo interesante para pensar en ello".