
Hasta allí es la vida del preso común, porque en este sitio también se puede ver el poder del dinero, aunque también la antigüedad pesa.
Pocos han convertido los camarotes en cuartos privados cubiertos con sábanas donde poseen televisor, ventilador, radio, fotografías y artículos personales.
“Viven bien” al comparar su situación con quienes cada noche tiran una sábana y una almohada al piso para conciliar el sueño o con otros que no tienen ni siquiera cobijas y duermen sobre el suelo húmedo por las goteras que se filtran.
Deficiencias y capacidad
El Centro Penal Sampedrano tiene 28 celdas, las más grandes fueron diseñadas para un máximo de 50 personas, pero hoy viven hasta 350 en cada una.
El hacinamiento es el mayor entre tantos problemas; el sistema eléctrico está en mal estado, los muros están a punto de caer y el techo se ha convertido en un colador.
Como si eso fuera poco, el coordinador general de los internos del Centro Penal, Mario Antonio Henríquez, explica que tienen problemas por el agua porque el tanque no funciona. “El líquido es insuficiente para la cantidad de personas que hay”, asegura.
La luz del flash de la cámara fotográfica interrumpe el sueño de algunos reos que no dejan de inquietarse con la sorpresiva visita. Con caras de pocos amigos evitan hablar.
En esas celdas hay hondureños, guatemaltecos, españoles, israelíes, nicaragüenses, colombianos y panameños, muchos ya sentenciados. Hay 34 extranjeros en total.
Es ya la medianoche y en cada celda los internos se las ingenian para dormir lo mejor posible. Algunos han forrado botellas plásticas con un pedazo de trapo para que les sirvan como almohada. Es difícil imaginar el cuadro hasta que se ve.
Más adentro, en otra de las bartolinas se encuentran los enfermos mentales. Con actividades de los mismos internos se construyó el local adonde hay 25 personas. Ellos reciben de vez en cuando atención de un siquiatra, pues no hay una plaza para el médico. También se encuentran recluidos 39 policías vinculados con diversos delitos.
Las autoridades del Centro Penal Sampedrano no niegan la situación que impera en las instalaciones y están conscientes de que las condiciones son pésimas.
“Hemos brindado informes de esta realidad a los superiores, pero han dicho que para el viejo presidio no hay nada”, dice el director del reclusorio, Marvin Viena.
Precariedad
La realidad de la noche no es muy distinta en el día, cuando la luz descubre situaciones insólitas: sólo hay un médico que presta servicio tres horas diarias para atender a los casi 2,300 presos.
El subdirector, Byron Francisco Martínez Cruz, está claro que las necesidades son muchas y los recursos, ínfimos.
El inspector afirma que hay proyectos en mente, “pero la situación financiera que se vive en el país no es fácil y eso alcanza al sistema penitenciario no sólo de San Pedro, sino en todo el país.
“Cada día tratamos de hacer bien las cosas y pedimos a Dios que no se dé una fuga masiva por las condiciones del penal”, dice, mientras recalca la urgencia de la construcción del nuevo centro.
La apreciación del subdirector es evidente al recorrer las instalaciones: los muros son débiles y las condiciones de insalubridad son alarmantes.
El cableado eléctrico es un peligro, según estudios realizados por la Empresa Nacional de Energía Eléctrica, la carga es exagerada. Necesitan más transformadores y una planta de emergencia.
Los muros de la cárcel están en pésimo estado y según las mismas autoridades hace un mes hubo un intento de fuga.
Con todas estas deficiencias, el peligro es inminente dentro y fuera de los muros de este recinto.